Volver a ver, volver a vivir

Cuando cumplió 80 años, Marie Jeanne ya había soportado más pérdidas que la mayoría. Siete de sus ocho hijos habían fallecido. Su única hija con vida, Germaine, trabajaba en el campo y cuidaba de su propia hija y su nieta. Aunque el dolor marcó la vida de Marie Jeanne, no logró quebrar su espíritu. Además de pasar tiempo con su familia, dedicaba sus días a tejer esteras y sombreros de rafia, una pasión que atesoraba profundamente.

Pero hace tres años, su mundo comenzó a desvanecerse en la oscuridad. Las cataratas le robaron la vista, confinándola a los rincones familiares de su hogar. “No puedo ver”, dijo. “Me quedo aquí (en mi casa) y, cuando tengo que salir, uso un bastón.”

Un año después, la vista de Germaine también empezó a fallar a causa de las cataratas. Trabajar la tierra se volvió imposible, y la independencia dio paso a la dependencia. “Durante las fiestas solíamos celebrar, bailar y compartir comidas con toda la familia”, recordó. “Ahora, la vida es diferente. Si mi fe fuera débil, quizá habría perdido la esperanza”, confesó Germaine.

Una oportunidad para sanar

La esperanza para Marie Jeanne y Germaine llegó a través de una voz conocida. Florence, una pariente en la ciudad portuaria de Toamasina, escuchó sobre Naves de Esperanza en la radio y la televisión. Las animó a aprovechar la oportunidad de una cirugía gratuita a bordo del buque hospital Africa Mercy®.

En 2024, viajaron a Toamasina con la esperanza de encontrar sanidad. Su viaje fue más que un desplazamiento físico; fue un paso hacia la recuperación de la vida que habían perdido. Madre e hija subieron de la mano la pasarela del barco hospital.

Ese mismo día, lado a lado en el quirófano, fueron operadas. El Dr. Guy Chevalley, su cirujano, describió la gravedad de su condición: “Sus cataratas estaban tan avanzadas que sus pupilas ya no eran negras, sino completamente blancas.” La gerente del programa oftalmológico, Ella Hawthorne, añadió: “Solo podían percibir movimiento, apenas una mano agitándose frente a ellas. Eso era todo.”

Al día siguiente llegó el momento de la verdad. Conteniendo la respiración, el equipo médico retiró los parches de sus ojos. “Cuando me recupere, expresaré mi felicidad ante Dios y ante todos vosotros”, había prometido Germaine. Por primera vez en casi tres años, los ojos de Marie Jeanne y Germaine se encontraron. La luz y el color regresaron en un instante. La cirugía había durado solo 15 minutos, pero lo había cambiado todo. Conmovidas hasta las lágrimas, bailaron como solían hacerlo cuando la música, la risa y el calor familiar llenaban sus vidas.

“Fue muy emotivo ver su felicidad cuando les quitaron los parches al mismo tiempo”, recordó el Dr. Chevalley. Al presenciar ese momento, Ella Hawthorne reflexionó: “Qué bendición es poder ayudar a esta familia. Ver realmente a alguien, compartir tiempo con ellos… que les arrebaten eso y luego se les devuelva es algo increíblemente especial.”

“Ya no vivimos en la oscuridad”

Marie Jeanne y Germaine regresaron a su aldea con un renovado propósito. Marie Jeanne retomó con entusiasmo su oficio, tejiendo rafia para crear esteras y sombreros con la destreza que tanto había anhelado volver a usar. “Extrañaba mucho trenzar; es algo en lo que soy buena.”

Germaine también recuperó su independencia. Volvió al campo, caminando sin ayuda, vendiendo frutas y asistiendo sola a la iglesia. Ya no confinada por la ceguera, se reconectó con su comunidad y volvió a participar plenamente en la vida del pueblo. “¡Muchísimas gracias, y que Dios los bendiga!”, dijo, con la gratitud reflejada en su rostro.

Antes marcadas por la pérdida y la ceguera, ahora su familia prosperaba bajo la luz de una visión restaurada. Marie Jeanne podía ver a su hija vivir plenamente de nuevo, y Germaine se enorgullecía de poder mantener a su familia. Gracias al don de la vista, dieron un paso hacia un futuro lleno de nuevas posibilidades. “¡Dios esté con vosotros! Nuestros ojos pueden ver, y nuestros corazones están llenos de felicidad. Ya no vivimos en la oscuridad”, declaró Marie Jeanne.

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